Adriana Khazki
Guío prácticas de Chi Kung grupal e individual y de Tai Chi Chuan.
Practiqué y me formé con Gustavo Villar en El Centro, City Bell-La Plata (2007-20015)
Practiqué y aprendí un montón! con Jóse Sanchez Barbecho, Villa Crespo, CABA (2012 hasta hoy)
Prácticas con Master Wang en La Escuela del Dragón, Monte Wudang, China (2016 y 2017)
Si probamos escribir Chi Kung o Qi Gong en cualquiera de los buscadores que tenemos a mano en nuestros dispositivos cercanos vamos a encontrar variada información acerca de esta práctica milenaria China. Explicaciones acerca del significado de los ideogramas que forman su nombre, ubicación temporal acerca de los inicios de esta práctica perteneciente a la Medicina tradicional China (sistema de conocimientos, técnicas y prácticas que incluyen herboristería, acupuntura y chi kung), videos y explicaciones de rutinas y ejercicios, etc.
Por eso cuando me propusieron escribir acerca del Chi Kung pensé en contar una experiencia más personal acerca de su poder preventivo/transformador/sanador.
Personal en relación a lo que experimenté durante mis años de práctica y formación (todo comenzó hace trece años) y en lo que veo que les sucede a quienes acompaño en prácticas compartidas e individuales desde hace aproximadamente seis años.
El Chi Kung es un viaje. Una aventura. Un proceso. Es infinito, no tiene límites. Es divertido. Es alegre. Es profundo. Es liberador.
Es una experiencia personal, intransferible. Eso que la mayoría de las veces comienza con la necesidad de mover un poco el cuerpo a raíz de algún dolor o molestia momentánea o crónica, o por la necesidad de estirarnos, o de parar un poco el run run de la cabeza, de relajarnos… todo eso, la mayoría de las veces, deriva en un encuentro con el cuerpo-mente-sentir-pensar desde una nueva percepción. Una percepción que abre. Que despeja. Que aporta claridad y alivio.
A través de ésta práctica aprendemos a concebirnos de una manera diferente, como una totalidad, reconociendo que eso que habitualmente llamamos «nuestras contradicciones» son aspectos complementarios de una unidad. La unidad que somos, en nosotros mismos y con todo lo existente.
Yin-Yang, el archiconocido y muchas veces mal interpretado binomio chino. Una cosmovisión diferente que si bien nos es un tanto ajena a quienes nacimos del otro lado del mundo, una vez que comenzamos a experimentarla a través del cuerpo, se nos hace muy afín, muy clara. Llenos-vacíos, inhalar-exhalar, avanzar-retroceder, subir-bajar, contraer-expandir… pueden imaginar uno sin el otro? Todo es cambio y transformación constante. Todo va sucediendo mientras la realidad del cambio permanece. Nunca terminamos una práctica igual que como la comenzamos. Y esa transformación va calando hondo…
Aquietando la mente, alineando el cuerpo en forma equilibrada, haciendo rítmica, profunda y pausada la respiración, comenzamos a tomar conciencia de la energía interna y externa, a percibirla, a respetarla… y a partir de allí, todo cambia…
El Chi Kung nos pone en contacto con algo a lo que habitualmente no prestamos atención, quizás porque no nos enseñaron acerca de su importancia: nuestra energía interna, el Chi. Con la práctica aprendemos a escucharla, a reconocerla, a observarla… esa energía que tantas veces desperdiciamos, malgastamos y agotamos, aprendemos a encausarla, guiarla y transformarla para atesorarla y sentirnos más vitales, más fuertes, más sanos. Todo lo que ocurre a nivel físico y energético tiene su correlato mental y emocional, por eso es que casi sin darnos cuenta encontramos también calma, equilibrio, relajación. El Chi Kung nos ayuda a hacernos conscientes. A registrar de una manera nueva nuestro cuerpo, nuestros movimientos, nuestros hábitos, nuestras posturas, y así ir más livianos y más sanos por la vida. Incluso más alegres!
Otra cosa maravillosa es que no hay edad para zambullirse en esta práctica, cada persona puede adaptarla a sus posibilidades, incluso en casos de poca o nula movilidad física, la energía se guía con la mente y la práctica es eficaz.
En estos tiempos de cuarentena y de quedarnos en casa, estamos haciendo las prácticas a través de una plataforma digital, y nos hemos sorprendido gratamente sintiéndonos muy conectados a pesar de la distancia física, reafirmando nuestras creencias de que hay algo que nos mantiene unidos, una red que nos conecta y nos sostiene elevando nuestro ánimo y fortaleciendo nuestro ser. Estoy muy agradecida por eso.
La práctica habitual de Chi Kung nos beneficia integralmente, y también enfatiza sobre algunos puntos: reduce el estrés, mejora la flexibilidad y la movilidad de las articulaciones, corrige hábitos posturales, fortalece el sistema osteoarticular, mejora la digestión y el sueño, equilibra la presión arterial, nos permite bajar la ansiedad y disfrutar del recorrido. Muy recomendable para todes!
No es necesaria experiencia previa para vivenciar sus movimientos suaves y relajados donde la importancia está en la continuidad del recorrido. No hay meta a dónde llegar, sólo la fluidez del momento presente.
La próxima vez les cuento acerca del Tai Chi Chuan, otra práctica maravillosa!